

Hágala En El Tiempo
MI PRIMERA FINAL
León con Vucetich al mano se coronaba ante Puebla.
El año de 1992 siempre quedará como un recuerdo especial en mi vida. Tras la muerte de mi padre en enero, quedé muy vulnerable emocionalmente y quise concentrarme por completo en la oportunidad de trabajo que tenía enfrente: hacer radio en Promomedios.
En febrero de ese año, llegó mi cumpleaños 20 y, sin mi papá, poco quise celebrar.
Había comenzado a salir al aire en noticieros y él nunca me pudo escuchar, aún cuando era su ilusión, pero la bendiciones llegaron; Primero, salvándome la vida en las explosiones de abril, que ya les conté en otra entrega, y luego con la oportunidad de dar cobertura como reportero a mi primera final del futbol mexicano.
Había vivido varías finales como aficionado tras el televisor, la del 87 de Chivas en el estadio, pero nunca en cobertura informativa. Jamás la olvidaré.
El 7 de Junio de 1992 se enfrentaron León y Puebla en el Nou Camp de la ciudad zapatera. Me fui desde un día antes para reportar todo el color y lo que me topara de los equipos para los programas de radio 880 Triple A, donde Octavio Hernández era el director, y a su vez, hacer cancha en ese juego para Canal 13. Tuve mi credencial de todo acceso para ese juego.
Recuerdo una ciudad completamente volcada al partido, a su equipo, a cada jugador que se le quería mucho y a un joven Víctor Manuel Vucetich, se le respetaba por lo que en su primer torneo como técnico había logrado, llegar a una final.
Ese León de Ferreira, Turrubiates, Murguía, Martin Peña, Tita, Marco Fabian, Fuentes y Uribe era un referente de la ciudad por venir desde abajo con el equipo.
Del otro lado estaba el Puebla del experimentado Manuel Lapuente, a quien todo se le dio en ese torneo con jugadores como Pablo Larios, Aurelio Rivera, Juan Carlos Chávez, Zico y el gran Carlos Poblete.
Ahí estaba yo, incrédulo, pero disfrutando lo que era un entorno de ciudad que disfrutaba una final muy esperada. La Avenida López Mateos estaba llena de puestos con banderas y playeras del León. Existía una fiesta alrededor del estadio y, sobre todo muchas, muchas banderas.
Recuerdo la sensación de poder ingresar al campo de juego con mi acreditación lo más a la vista posible y con la emoción de hacer mi trabajo lo mejor que pudiera. De entrada, me topé con mi jefe, Octavio Hernández, quien ya estaba trajeado para la transmisión de TV y me dijo que no dejara de mandar reportes a la radio, todavía no teníamos celulares.
Manos a la obra, en la cancha cualquier cantidad de personajes del futbol y yo, con una grabadora de casete, comencé a grabar entrevistas sobre los pronósticos de directivos, jugadores que salían a calentar y hasta elementos de seguridad en la cancha sobre los dispositivos para esta final.
De pronto, ya tenia mas de 30 minutos grabados y había que mandarlos por el teléfono de la sala de prensa que, claro, tenía una lista de espera a pesar de las 5 líneas instaladas.
Tenía solo 10 minutos y mandé lo mejor de todo lo que había hecho, claro, adelantando el casette manualmente.
Entonces, ya estaba listo para instalarme en una tribuna llena, donde prensa y afición se mezclaban. Era un ruido ensordecedor de trompetas y banderas en todo el estadio, un escenario espectacular.
Arturo Brizio fue el árbitro y las acciones comenzaron con León decidido al título, pero se topó con Pablo Larios que tuvo unos extraordinarios 90 minutos y se volvió la figura poblana que, por su parte, basaron en Zico y Poblete su mejor arma al ataque.
Se fueron a los tiempos extra y recuerdo muy bien ver desde la banca la indicación de Vucetich para Carlos Turrubiates de que se fuera de delantero y se colocará junto a Paco Uribe para buscar todas por arriba. Y así fue, un centro por izquierda buscando a Uribe engañó a Larios que salió precipitado a tapar sin poder golpear el balón para que le quedara de modo a Turrubiates y poder rematar sin portero para poner en ventaja a León en un estallido maravilloso de toda la tribuna y un festejo imborrable del jugador. A nosotros nos llovió de todo en la zona donde estábamos y terminamos bañados en cerveza.
En el segundo tiempo, siguió encima el cuadro esmeralda y llegó la jugada de Tita que al centrar pegó en “Coreano” Rivera y se metió en la portería de Larios, un autogol lapidario. El silbatazo final provocó una erupción de alegría en toda la ciudad y sus alrededores.
Rápido, tuve que bajar a la cancha con la grabadora encendida a captar impresiones, entrevistas a Turrobiates, a Vucetich con lágrimas y su familia al lado, Marco Fabián con greña larga y así, cada uno de los que pasaron a la historia por el título de ese León. Todo estaba grabado y listo para mandar. Al salir por vestidores ví la imagen de Poblete llorando y camino al vestidor logré captar su sentir sin detenernos, de pronto estaba dentro del vestuario del Puebla y recuerdo las caras de los jugadores con ese reflejo de la derrota en su expresión. No dije mas y salí rumbo a la sala de prensa para hacer mi envío.
Quiero terminar diciendo que ese día fue eterno, la ciudad no durmió celebrando con cláxones y banderas por las calles, las porras de “Leeeeeeeoooon” por todos lados y dejar marcado en mí, mi primera gran experiencia en una final del fútbol mexicano. Bendito Dios vinieron y vendrán muchas más.
Nos leemos en la próxima.
¡Hágala en el tiempo!